lunes, agosto 11, 2008

 

Pittsburgh, abril de 2008

¡Menuda diferencia con Nueva York! Estamos en un hotel en un cruce de carreteras, pero tenemos varias tiendas enormes y restaurantes a pocos metros de nosotros. En cambio, ni rastro de casas en varios kilómetros a la redonda.

Y para cuando vemos las casas, son del estilo de las películas: chalets unifamiliares de una o dos plantas y con pinta muchas de ser prefabricadas.

Uno de los días comemos en el pueblo, en una posada con fantasma, y otro de los días cenamos en un restaurante situado en un alto que domina Pittsburgh y que tiene unas vistas excepcionales del Downtown. Para llegar arriba nos han llevado en uno de los dos funiculares que siguen en funcionamiento en la ciudad de los 64 que había hace 30 años. Arriba tienen fotos de las fundiciones que había en la ciudad y se veía todo como si la ciudad estuviese en llamas. También tenían fotos de algunas de las mayores inundaciones sufridas en la ciudad.

Aparte de eso, por acá no hacemos mucho mas.

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Nueva York 31 de marzo de 2008

Desayunamos con tranquilidad en uno de los cientos de Starbucks de la ciudad y bajamos a comprar todos los cacharros electrónicos que nos faltan. La tienda es curiosísima, con algunos de los judíos con kipas y tirabuzones incluidos. Además, en la planta baja pueden verse las cintas por las que van los productos que has comprado en sus cajas verdes.

Y a pesar del puñetero sales tax estatal, la diferencia de precio con España es impresionante. De todas formas, nos toca volver al Kmart a por una maleta para poder meterlo todo, pasar por la tienda de rol e, incluso, comprar algo en Border's.

Ya de acá nos vamos directos a Central Park, aunque no veamos mucho por el cansancio que tenemos la falta de tiempo, pero sí lo suficiente para darnos cuenta de que ya a 50 m empiezan a no verse los rascacielos por la orografía del parque, que está construido de forma que haya hasta cascadas y pistas de patinaje sobre hielo.

Volvemos por los rascacielos de la Quinta Avenida y pasando por el Rockefeller Center y la catedral, que teniendo en cuenta las terminaciones almenadas y góticas de algunos rascacielos no desentona tanto.

Nos vamos a comer al aeropuerto por mayor tranquilidad y descubrimos que acá la hora que viene en el billete es la hora de embarque.


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domingo, agosto 10, 2008

 

Nueva York 30 de marzo de 2008

Hoy nos hemos levantado un poco mas tarde para intentar descansar algo. Y como el hotel no está muy lleno, el ruido que hacen las cañerías de la ducha es de traca.

Como de costumbre, nos ha costado decidirnos por un sitio para desayunar y hemos terminado en el Hard Rock Café, con referencias al de Barcelona, pero no al de Madrid.

Hemos llegado a la Sexta Avenida buscando el sol, porque el viento que corre por las calles es mucho mas fresco que el de ayer.

Es curioso el efecto que hacen los parques pequeños en medio de los rascacielos, especialmente cuando los tienen con bancos y sillas como de jardín. Da la sensación de ser como la terraza de tu casa.

Entramos en un par de tiendas de electrónica y los precios no nos convencen. De ahí decidimos ir a por un abrigo a Macy's y pasar por el Empire de camino. Está lleno de gente, lo que nos hace desear haber subido el día anterior, cuando al no haber gente pensamos que estaba cerrado y luego resultó que cierran a la 1:30 am. Y es que Nueva York es una ciudad que, a pesar de no tener mucho tráfico y poderse aparcar en el centro fácilmente, tiene vida a todas horas.

Llegamos al hotel tarde, pero consigo hablar con Nina sin silbidos extraños y quedamos con ella para comer cerca del hotel. Durante la comida queda claro el motivo por el que le resultaba tan raro que la relación con mi jefe sea tan buena (la suya no lo es) y descubrimos cómo funciona la línea esa extraña que aparece cuando vas a pagar como la tarjeta: aunque en la factura ponga tip, ahí se pone la adicional del 15-20%. La mitad de las veces se nos seguirá olvidando.

Y gracias a Nina también acabamos en la línea del metro que va directa a los ferrys. Y es que hay líneas express que hacen solo la mitad de las paradas aunque pasen por todas.

Al llegar, resulta que los ferrys que están mas anunciados son los de Ellis Island y la estatua de la libertad, que no son los que queremos coger, así que preguntamos por dónde se va al de Staten Island, que es gratuito y pasa cerca de la estatua. Resulta que es un indio que trabaja como fotógrafo y nos lleva a donde mejor se ve todo del ferry. La lástima es que a la ida la estatua está a contraluz y a la vuelta hace un frío horroroso en la proa, aunque se tienen una vista de la línea del horizonte inmejorable. Además, la cámara de Javier ha sacado el último sol sobre los rascacielos como si fuese un rayo caído del cielo.

Pensamos si ir al puente de Brooklyn andando o en metro, pero al final decidimos ir en autobús. Nos deja debajo y la autobusera nos da indicaciones de cómo llegar a dar el paseo. Y es que encontrar el paso de peatones no es tan fácil. Hay una universidad por allí cerca y el ayuntamiento.

El cruce del puente es de lo mas curioso porque partes del nivel del suelo para acabar por encima de los coches y al nivel de la estructura superior del puente. Además, estamos viendo caer la noche sobre Manhattan y las islitas de la bahía.

Al terminar nos toca preguntar de nuevo por la estación del metro a un viandante, que se muestra encantado de que nos haya gustado el paseo por el puente. La teoría de Javier es que en esta ciudad la gente es tan solitaria que les encanta tener la oportunidad de charlar con alguien.

Buscamos algún sitio sin mucha gente para cenar y acabo en el hotel directa de puro cansancio.


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Nueva York 29 de marzo de 2008

Ayer llegamos a NY desde Newark, donde una banda de lectura mecánica algo borrosa tuvo parado a mi jefe un buen rato mientras nosotras dos pasamos tranquilamente tras las preguntas de rigor y la lectura de iris y huella digital (el de aduanas mucho mas serio que en otros países visitados...) y lo primero que nos chocó fue el sistema de los taxis. Te dan un recibo según adónde vayas, antes siquiera de que llegues a los taxis. Así no hay posibilidad alguna de que te engañen.

Yo tenía algo de miedo con el hotel, pues las referencias abundaban mas en lo malo que en lo bueno y al final es un hotel normal con unas cañerías mal dimensionadas y que hacen un ruido horroroso al ducharse. Pero nada más, salvo la diferencia de tarifa respecto a lo que nos dijo la agencia que nos iban a cobrar.

Una vez instalados salimos a dar una vuelta por las calles de NY y a comprar los encargos.

Me llamó un montón la atención el contraste de lo que son las avenidas principales con las secundarias, no solo por la cantidad de gente que pasea por las principales, sino por la sensación como de abandono que transmiten esas fachadas oscuras de ladrillo. Y a pesar de haber tráfico, si algo llama la atención en Manhattan es precisamente los relativamente pocos coches.

Llegamos a B&H, con la mala suerte de que ya había cerrado y, como son judíos y cierran por el Sabath, no podemos volver hasta el domingo.

Luego fuimos callejeando hasta los alrededores del Madison Square Garden y entramos en Kmart, precios muy bajos y ropa superhortera. Seguimos hasta la zona del Empire, que entre tanto edificio alto no parece tan gran cosa, y entramos en Macy's. Mi jefe quería una bolsa flower power (por dentro tiene una decoración con flores y orquídeas impresionante) y con tanto encargo no hubo problema para conseguirla. La chica, al oírnos hablar en español, nos saltó de inmediato, olvidándose del inglés. Así tenía ella su zona del stand. Resistí la tentación de entrar en Border's, pero dió igual porque luego entramos en una de cómics a ver si tenían cosas de juegos de rol (tienda que también estaba cerrada). Como ya no estábamos en el supermeollo, las ofertas subían del 4x10$ camisetas al 6x10$, e incluso alguna mas barata.

Después de esto nos fuimos a Victoria's Secret a terminar con los encargos que tenían y entramos en Daffy's, la tienda de rebajas de cosas supuestamente de marca: algún Timberland, abrigos italianos de un paño no muy bueno, etc.

Y de aquí al hotel a dejar las cosas y buscar algún sitio en el que cenar, que resultó ser un italiano con camareros hispanos.

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